El extraño caso del matelot

Charles Robert Richet

Charles Robert Richet protagonizó la campaña / DA

Bajó despacio a la bodega, esta vez el yate se movía con vehemencia, como hacía tiempo que no se balanceaba, incluso mucho más que aquellos días en que, tras pasar el Estrecho, un Levante agotador y continuo les había hecho perder la esperanza de una travesía plácida y sosegada, además de muchos de los útiles de trabajo. Pero era julio y ese mes, se esperaba dicha climatología.

Al penetrar en la estancia, lo llamó y arrastrando la cadena acudió presto, raudo, sumiso y veloz, como solía hacer desde que, tras zarpar del puerto, le había tomado cariño. Él le hacía arrumacos, le susurraba tiernas palabras y le cantaba logrando unos sonidos que dicen no alcanzaba emitir para otros. El matelot sabía lo que estaba pasando, por eso no le importaba dedicarle tiempo, palabras y todo su amor.

Lo acarició de nuevo y, dándole un beso intenso en la cabeza, abandonó la estancia en silencio y con tristeza, sabía lo que le esperaba a su amigo. Pero podía hacer… nada. Aquella noche, sin saber muy bien por qué, durmió mal. Su camarote situado en la popa era angosto y sofocante.

Lleno de recuerdos de los puertos en los que fondeaban, tenía una colección de sellos que decía -a sus compañeros- era producto de las cartas que durante años le enviaban otros marineros con los que hacía amistad durante los atraques de cada una de las singladuras.

Nacido en Marsella, el enclave mediterráneo bullicioso y colorista, su vida no había sido fácil, hasta el día que le habían ofrecido trabajar para él. No había dudado ni un momento. Decían que el Príncipe pagaba bien y de estilo campechano, coloquial y sencillo, gustaba ayudar a sus matelots en las faenas, quizás demasiado para su condición noble (pensaban). Así que la aventura solo había comenzado… Aún recordó, antes de dormir, cuándo empezó aquel extraño suceso, cómo lo fueron percibiendo uno a uno, todos y -horrorizados- hablaban sobre cuál podía ser su origen.

Sabían que ocurría siempre en la misma zona, en aquel entorno mágico y tenebroso protegido por unas Islas, de una belleza sublime, que le tenían robado el corazón. Pero nadie sabía explicar qué lo provocaba. El asunto se agravó cuando uno de sus compañeros murió. Sí, sí, aquel joven de rostro imberbe y agilidad extrema, que no dudaba llevar a cabo las labores más peligrosas cerca de la borda rozando el agua. El óbito aconteció al muchacho después de haber caído fulminado por un síncope, antes otros habían enfermado después de sufrir terribles convulsiones, siempre en la misma zona, cuando aparecían, al llegar, mientras acechaban… Al principio no le dieron importancia hasta que el más joven del grupo sucumbió al temible daño, al enigma de aquellas aguas azules y oscuras al tiempo. Por ello tomaron la drástica decisión, no había más remedio que averiguar qué lo originaba, estaban preocupados. Él tenía que ayudarles, no podían trabajar a gusto si continuaba esa situación.Por eso, recordó llorando que habían pedido una reunión urgente con el Príncipe…

Carabela portuguesa

La carabela portuguesa es muy famosa en el Museo Oceanográfico de Mónaco / DA

Epílogo.-

La especie Physaliaphysalis(cnidario, sifonóforo) llamada fragata o carabela portuguesa es muy célebre en el Museo Oceanográfico de Mónaco, como origen de uno de los descubrimientos más curiosos de la ciencia. En el curso de sus campañas, el príncipe Alberto de Mónaco, oceanógrafo de principios de siglo XX y amante de la navegación, y Jules Richard (primer director del Museo) habían previsto estudiar dicho animal dado que los matelots(marineros que trabajaban enrolados en sus barcos) durante las pescas de investigación que se realizaban habían sufrido -terriblemente- por contacto con estos animales pelágicos (dolor intenso, irritaciones, incluso síncopes que provocaban la muerte).

Para averiguar este fenómeno, el Príncipe Alberto invitó a dos investigadores, Charles Richet (fisiólogo) y Paul Portier (zoólogo) a una campaña en julio de 1901 a bordo de uno de sus yates, en concreto el Princesse Alice II.

La región explorada sería la comprendida entre Madeira, Canarias y Cabo Verde, donde abundaban dichas carabelas, organismos que tienen una distribución atlántica y en ocasiones se adentran en el Mediterráneo arrastrados por los vientos del Oeste.

Para estudiar estos casos embarcaron con ellos… todo tipo de animales, especialmente perros, pájaros y palomas a los que usaron de cobayas, inyectándoles poco a poco la toxina de dichos animales, encapsulada en unas células llamadas cnidocitosy que proyectan dicho tóxico por contacto.

Pero, al contrario que el proceso de la inmunidad, las vacunas que Pasteur había descubierto hacía poco tiempo (inoculando material bacteriano o viral atenuado y a pequeñas dosis que hacía cada vez más resistente el organismo), en este caso la gravedad iba creciendo, provocando con un aumento de la dosis la muerte inexorable del animal, y definieron el proceso contrario a la inmunidad. Richet que continuó con estas investigaciones, llegó a recibir un Premio Nobel en 1913 por sus conclusiones sobre la anafilaxiae ingresó en la Academia de las Ciencias en 1914.

La anafilaxia es un descubrimiento oceanográfico, no se debe olvidar…

(Portier)

*Fátima Hernández es conservadora marina del Museo de la Naturaleza y el Hombre

El artículo tiene 0 Comentarios