El síndrome del semen perdido desconcierta a los médicos occidentales
- SINC
- marzo 22, 2013
- Biomedicina
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Mohamed acude a la consulta de Jordi Grau para pedirle otro tubo de pomada que le calme los hongos de los pies. Enseguida añade en un castellano rudimentario dos palabras que describen su verdadera preocupación: “pipí, leche”. Lo que le pasa tiene un nombre, síndrome de Dhat y, aunque él no lo crea, no es un problema urológico ni sexual. Es uno de los llamados síndromes transculturales, de tipo psicosomático, que afecta a una cultura concreta.
El joven pakistaní experimenta secreciones seminales involuntarias al orinar y mientras duerme. Todo empezó hace tres meses, cuando su mujer dio a luz a su segundo hijo y él regresó de su pueblo al barrio barcelonés del Raval para trabajar como repartidor. Se siente triste, débil y cansado, come mal y pasa frío en la moto. “Si no rascas un poco en la esfera personal, no entiendes qué le pasa”, resume, después de escucharlo, Grau, médico de cabecera en el centro de atención primaria Drassanes.
Hay muchos otros como Mohamed. Violeta Menéndez, uróloga en el consorcio del Garraf, recuerda que durante su estancia en el ambulatorio de Drassanes visitó a hombres tan angustiados que incluso “pensaban que se iban a morir”.
Todos estos varones preocupados por una pérdida de semen en la orina y en las poluciones nocturnas rondan los 30 años, son originarios de zonas rurales del continente subasiático –sobre todo Pakistán y Bangladés–, tienen un nivel primario de estudios , practican alguna fe religiosa y están solteros, o casados en su lugar de origen. En España viven en celibato.
Es exactamente el perfil de Mohamed. Las creencias del joven le prohíben masturbarse después del matrimonio e irse a la cama con otras mujeres que no sean su esposa.
Marc Udina y Rocío Martín-Santos, del Hospital Clínic de Barcelona, publicaron el pasado mes de enero una revisión de trece estudios internacionales con 805 casos clínicos de hombres que padecían síndrome de Dhat y ansiedad por la pérdida de semen. El malestar de todos ellos confluye en quejas como “pierdo semen al orinar, mi orina es turbia, me siento débil desde que pierdo semen, me siento agotado, vivo con la sensación de tener poca salud”.
El Dhat florece en los ambulatorios
El síndrome de Dhat ha brotado en ambulatorios españoles con elevadas tasas de población extranjera, donde muchos médicos de familia y urólogos lo desconocen. La mayoría de trabajos científicos sobre el Dhat, publicados en revistas de psiquiatría, provienen de Asia y los pocos estudios españoles se limitan a la descripción de casos clínicos.
Violeta Menéndez recogió el año pasado los síntomas de 32 hombres en un artículo que algunas revistas internacionales de urología rechazaron por falta de revisores que lo validaran. “Muchos urólogos ignoran este síndrome, por eso creo que es lo más interesante que jamás he escrito”, asegura después de haber logrado publicarlo el año pasado en World Journal of Urology.
A petición del médico de cabecera, los urólogos hacen pruebas al paciente que se queja de pérdidas seminales. Un resultado negativo descarta enfermedades venéreas, como la gonorrea, que también deja una secreción blanquecina. La uróloga Menéndez incluso niega la pérdida de semen en la orina, porque en ninguna de las muestras que recogió durante su estudio encontró restos de espermatozoides. Según ella, se trata de un trastorno psiquiátrico de percepción de pérdida de semen.
La psiquiatría del explorador
Dos psiquiatras indios, Narendra Wig y Harish K. Malhotra, acuñaron el nombre ‘síndrome de Dhat’ en la década de los 70. Proviene de la palabra en sánscrito dhatus, los siete elementos esenciales del cuerpo humano en los textos ayurvédicos. Para las culturas subasiáticas el semen es el elixir vital, sinónimo de salud y longevidad.
El hombre se angustia por cada gota que pierde sin querer; por eso la pareja de científicos bautizó este trastorno como ‘la neurosis sexual de Oriente’, con síntomas como fatiga, ansiedad, pérdida de apetito y de sueño, culpa y disfunción sexual. En la misma línea, la clasificación internacional de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud tipifica el síndrome como un trastorno neurótico.
Athula Sumathipala, líder de un completo estudio en The British Journal of Psychiatry que revisa la historia de este trastorno, rechaza el nombre del síndrome de Dhat por su etnocentrismo, que considera “una reliquia, herencia del imperialismo eurocéntrico”. La cultura influye en la expresión y diagnóstico de una dolencia, y el Dhat es uno de esos trastornos en los que ciertos síntomas somáticos se asocian con un grupo cultural, según describen los autores de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA). Se llaman síndromes transculturales.
“Interpretamos los síntomas con las gafas de la medicina occidental”, advierte Francisco Collazos, coordinador del programa de psiquiatría transcultural del Hospital Universitario Vall d’Hebron. “Es el modelo explicativo de tristeza en su cultura”, añade.
Sin tratamiento
Yolanda Osorio, coordinadora del programa de atención a la salud mental de las personas inmigrantes, especifica que “el síndrome acostumbra a darse en hombres con un proceso migratorio reciente y cuando tienen que volver a su país”. En efecto, el historial médico de Mohamed recoge otro episodio de poluciones nocturnas justo antes de que su mujer concibiera a su primer hijo, debido a la presión que sentía por dejarla embarazada.
En esta ocasión, Mohamed está triste por no estar cerca de la familia que ya ha conseguido formar. Al cabo del tiempo, los síntomas acabarán desapareciendo, como la vez anterior; pero puede que vuelvan.
Los médicos le han recetado antidepresivos y ansiolíticos para mejorar el estado anímico, pero el joven pakistaní no quiere tomarse ninguna pastilla. Grau opina que personas como Mohamed provienen de una cultura que “no tiene el lujo de deprimirse”. Además, hay otro problema; muchos pacientes desaparecen de la consulta porque “piensan que no hay una solución médica para lo suyo”, dice Menéndez.
“La pérdida de semen es la anécdota”, concluye Osorio. Según ella, el médico de cabecera debería ser el primero en tener una formación para identificar el síndrome de Dhat, un trastorno que ha llegado a los ambulatorios españoles sin pedir cita previa
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