Soy científico y me encanta salir en la tele
- Ricardo Campo
- mayo 16, 2013
- Pseudociencias
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Los científicos son gente maniática y nada chachi (cool), poco entretenidos, muy aburridos, sin carisma, y les resulta complicado adaptar su discurso a la premura de los medios de comunicación, en particular si se trata de un programa de chorradas variadas o magacín al uso. En resumen, son los especímenes menos televisivos que existen. Pero hay una excepción: los periodistas del misterio los adoran y les dan toda la cancha que pueden; los usan y a continuación venden su mercancía de siempre: fantasmas, casas encantadas, extraterrestres en la antigüedad, magias curativas alternativas e inútiles como la homeopatía, criaturas fantásticas, conspiraciones imposibles y otros mitos propios del desorden establecido.
Con cierta frecuencia los interesados en estas cosas del pensamiento crítico y del escepticismo (con perdón) nos preguntamos cómo es posible que un científico cualquiera acuda a un programa como Cuarto milenio, con su cara, su chaqueta y su corbata pero sin ponerle esa gruesa raya negra en los ojos que te ponen para que no te reconozcan y que es lo que debería hacer la cadena que emite esa feria cutre del pseudomisterio televisivo. Y si no, que pixelen al científico y le distorsionen la voz, por favor, que lo agradecerá algún día. La respuesta más simple y lógica (la mía, claro) es que realmente no sabe dónde se mete; o tal vez sí.
Desde Cosmos en los años 80 apenas ha habido algún programa de éxito e impacto mediático en la televisión española sobre temas científicos (quizá en otra ocasión hablemos de un señor tedioso y despeluzado que parece tener dificultad para distinguir entre Uri Geller y Michel Faraday, por ejemplo), así que si a un biólogo, arqueólogo o historiador le apetece dar a conocer su trabajo más allá (disculpas) de las revistas de su campo, del próximo congreso o de una reunión de trabajo más informal con colegas podría apetecerle hacer uso de un medio masivo como la televisión. Pero claro, el citado experto, normalmente, habrá dedicado su tiempo a cosas productivas y sensatas, no a las mamonadas que habitualmente se hacen pasar por enigmas y misterios en la tele y la radio, de tal forma que acaso piense que si lo invitan a hablar de un tema de su competencia no será para avalar un disparate pseudocientífico a continuación o para dar crédito a un presentador que en realidad vende baratijas reciclando sucesos explicados como si fuesen el no va más de la ciencia contemporánea. ¿O no? Pues posiblemente, parte de estos científicos que actúan como asesores de las naves del misterio saben perfectamente dónde van, y no tienen reparo alguno con tal de pasar un rato respondiendo preguntas triviales. Que su presencia sirva para que el espectador con poco criterio iguale su presencia a la de un criptozoólogo, un grabador de psicofonías o un perseguidor de ovnis le debe importar bien poco. Basta un ego por encima de la media, una luz roja en una cámara, un estudio medio iluminado, unos canapés y unas sonrisas para que algunos pierdan el norte y asesoren con gusto al enemigo.
El misterio mediático odia y ama a los científicos. Sus cultivadores los intentan usar a discreción, aunque algunos -lo sé de primera mano- se han negado a acudir a alguna pantomima televisiva después de haber sido invitados. Los investigadores del misterio desprecian a los científicos y a los críticos cuando desmontan alguna de sus invenciones; pero los adulan y los rondan para que acudan a sus programas de radio y televisión, porque la audiencia confía y se traga mejor cualquier ocurrencia. De igual forma, internet está plagado de blogs y webs horteras sobre misterios con una sección dedicada a ciencias y descubrimientos científicos. Los menos avisados pensarán que todo está a la misma altura, que lo que publica Investigación y Ciencia es más o menos igual que lo que el investigador paranormal pega en una web después de una noche grabando fantasmas en una casa encantada o que un montaje publicitario tipo alerta ovni o casa de las caras de Bélmez. Ya lo sabe: la bruja Lola, Espacio en Blanco y Linus Pauling pueden ir en el mismo paquete, así que no sea tiquismiquis y deje de quejarse, que me puede crear fricción en la mente de quienes me ven como divulgador carismático de este montaje súper enrollado que me traigo.
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