Profecías y otras poesías

San Malaquías

San Malaquías es la esencia de las profecías papales / DA

El patio profético-apocalíptico anda bastante revuelto estos días.

Nada mejor que un Papa diga “lo dejo” y que un trozo de pedrusco interplanetario caiga a tierra para que a muchos se les dispare la imaginación, conecten unas cosas con otras porque les da la gana y pretendan vender miedo a buen precio, cosa en la que son casi expertos.

Ah, también cayó un rayo en el Vaticano, hubo una “lluvia” de arañas en Brasil (en realidad una red colectiva, algo totalmente normal en ciertas especies) y al vecino del quinto se le pinchó una rueda de su todoterreno. ¿Estará todo relacionado? En la mentalidad abierta y ocultista denlo por seguro. Y cobran por ello, además.

San Malaquías, un arzobispo irlandés del siglo XII, pasa por ser el gran profeta de los papas, elemento esencial en la cocina canaria.

El citado habría escrito un listado de frases proféticas referentes a los papas que estaban por llegar hasta el final de los tiempos (sea lo que sea eso de “el final de los tiempos”) o de la propia Iglesia Católica, al gusto. Parece que, según la lista del buen Malaquías, ahora sólo falta uno, uno que según algunos intérpretes será negro, y según otros no, así que los que acierten tirarán cohetes.

Es posible que se llame o se haga llamar “Pedro”, lo cual hace temblar a los sensibilizados porque Malaquías se habría referido a “Pedro el Romano” como último papa.

Al margen de que el texto se trata de una falsificación del siglo XV, cada papa es identificado con una de esas frases o lemas, pero no importa que no se trate más que de sentencias poéticas y vagas (excepto las referidas a los papas previos al texto, claro): como en cualquier prognosis sobrenatural o videncias más bastas de a tanto el peso aparecerá algún listo que se arrogue la capacidad para interpretar el correcto sentido de lo escrito por el santo, santón o vendedor de crecepelos de turno. Pasan los siglos, y sigue habiendo quien les presta atención, así que tan pasmados siguen estando los que creen que esto es un misterio como los escépticos ante el perenne espectáculo de habladurías.

Cualquier acierto en una predicción de este tipo no tendrá más fundamento que la pura coincidencia, o bien un análisis de posibilidades producto de la información previa. La psicología de los creyentes, su dependencia emotiva de fuentes de información pretendidamente mágicas o sobrenaturales, hará el resto. Y así ganan todos: confortación espiritual unos, carisma y posición social otros y material de análisis racional los críticos. Pero lo más importante es que jamás nadie ha explicado el supuesto mecanismo de la predicción, el auténtico meollo de este asunto, más allá de las poses interesadas y de la propaganda: ¿cómo es el mecanismo de la visión?; ¿cuál es la cadena causal que lleva a un cerebro humano a adelantarse pretendidamente en el tiempo?; ¿cómo es, explicada hasta en sus más mínimos detalles, la conexión entre una mente limitada y un suceso que aún no ha tenido lugar? Hasta que alguien describa y pruebe este hipotético mecanismo todo es pura leyenda, como la de cualquier otra capacidad paranormal: funcionan porque se trata de anhelos de una sobrehumanidad, creencias basadas en la palabra y en la sublimación mitológica de habilidades humanas producto de la evolución biológica. Ocurre lo mismo con los X-Men y otros super-héroes de Marvel. Yo prefiero al Corsario de Hierro.

Por supuesto, el creyente ve lo que quiere ver, entiende lo que ya sospecha de antemano y conecta las cosas más heterogéneas entre sí que pueda haber con tal de seguir creyendo. Ni San Malaquías, ni Nostradamus con sus cuartetas ni ninguno de los vampiros que se hacen llamar videntes en la televisión tuvo ni tiene la menor capacidad para ver más allá de su sentido común, de su información y de su imaginación. Estas facultades y recursos, que todos tenemos en mayor o menor medida, son suficientes, con el apoyo de unas pocas técnicas que podrían resumirse en variantes de “jeta descomunal” y “palabrería vacía” para hacerse pasar por videntes, profetas y dotados de supuestas capacidades psíquicas a las que la gente predispuesta dice sí bwana porque les gusta y les reconforta.

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