El fuego ha mejorado el ecosistema de Oklahoma
- Verónica Martín
- junio 20, 2013
- Ciencias de la Tierra, General
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Lo llaman la paradoja del fuego. Y consiste en que el exceso de protección de nuestros montes contra el fuego los convierte en grandes calderas de combustible que cuando se prenden generan incendios inapagables y hasta muy peligrosos para las poblaciones vecinas. La mala relación del fuego con los ecosistemas está poco estudiada. Es en lo que coinciden muchos expertos entre los que se encuentra el catedrático de Ecología de la Universidad Estatal de Oklahoma (EE.UU.), Michael W. Palmer, que se encuentra de estancia científica en la Universidad de La Laguna (ULL) a instancia del Vicerrectorado de Investigación y Transferencia del Conocimiento de este centro.
Ambas universidades llevan trabajando juntas más de 20 años e intercambiando datos y estudios. Palmer insiste en que Canarias es un auténtico laboratorio natural para poder estudiar todo tipo de ecosistemas y comprobar algunas tesis de su región por comparativa.
Con respecto a la relación del fuego con el sostenimiento del medio natural, este experto explica que en una parte importante de Estados Unidos se mantiene la tradición de los primeros pobladores de prender fuego a los bosques con el objetivo de regenerar la zona, hacer reverdecer el pasto y, así, entre otras cosas, atraer a los búfalos. Es lo que ocurre en Oklahoma donde esta práctica está establecida con notable éxito. Incluso, cada año prenden fuego de manera controlada a la Reserva Ambiental de McPherson. Sin embargo, el propio profesor reconoce que no en todo el país se entiende el fuego natural o antropogénico como un elemento positivo para los bosques, tal y como pasa también en España. En ese sentido, insiste en que “la alta diversidad de muchos de estos lugares está relacionada con el fuego recurrente”.
El efecto Bambi
La idea de que el fuego natural o antropogénico es negativo para la biodiversidad o la vida de los árboles se instauró en este siglo en Estados Unidos. Palmer culpa de este pensamiento a dos personajes: “Uno es el oso Smokey que se utilizó para una gran campaña de concienciación nacional en contra de los incendios forestales; y el segundo personaje fue Bambi y esa terrible escena del incendio en el bosque”.
Puede parecer una broma pero estos dos personajes se introdujeron en el ideario social de tal manera que se creó una conciencia colectiva en contra de los incendios forestales y eso generó lo que se llama esta paradoja del fuego. “Al proteger tanto el monte y evitar cualquier conato, los bosques se han convertido en grandes masas de combustible y cuando se produce un incendio es realmente devastador porque causan erosión y una pérdida importante de biología”, explica el profesor. En este sentido, remarca que Oklahoma es una excepción porque se ha mantenido la tradición precolonización de usar el fuego lo que ha servido para evitar estos problemas.
Ante esto, el profesor estadounidense aconseja realizar fuegos prescritos y controlados cada cierto tiempo, algo que en Canarias se está llevando a cabo por parte del equipo de trabajo del profesor de la ULL, José Ramón Arévalo. Lo hace en algunas zonas de Gran Canaria y, según los estudios científicos publicados, han logrado multiplicar la biodiversidad de la zona. Eso sí, esto no es algo tan sencillo como simplemente prender fuego al monte. Antes de ello, hay que establecer ciertos controles y preparar el terreno.
En Estados Unidos está ocurriendo igual que en Europa, que cada vez más los rancheros están abandonando esta actividad para establecerse o trabajar en las ciudades y su labor de prevención no se está realizando. Por ello estas prácticas comienzan a desaparecer -igual que pasa en Canarias con la limpieza del monte- y eso genera que cuando se producen los fuegos sean muy negativos. Insiste en que es importante proteger las casas del fuego no plantando árboles inflamables como el cedro.
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